RECTAS Y ARMONIOSAS PALABRAS
©Giuseppe Isgró C.
–“..Juzgando por las palabras
la intención de quien las decía”-.
“Uno de los mayores trabajos
que los “jefes” tienen, entre otros muchos, es el de estar obligados a escuchar
a todos y a responder a todos”-.
Miguel de Cervantes y
Saavedra
Rectas palabras, constituyen
la tercera vertiente del Noble Sendero Óctuple concebido por Sakyamuni,
Sidharta Gautama, para transmutar el estado de insatisfacción interior en su
polaridad positiva, canalizando, adecuadamente, la energía creadora del ser.
Ya en las Leyes de Manú, se
establece que la palabra es creadora de karma, en ambas polaridades. La
persona, por medio de la palabra correcta puede alcanzar cualquier objetivo
válido, o, por lo contrario, ocasionar perjuicios de los cuales será
responsable y por los que, oportunamente, tendrá que responder.
Existen cuatros elementos que
constituyen aspectos esenciales en la creación de circunstancias favorables o
no, en la vida de cualquier persona; ellos son: 1) Los pensamientos; 2) los
sentimientos; 3) las palabras; y, 4) las acciones. Los dos primeros, comportan
fases unipersonales, que, inicialmente, sólo afectan a quien que los
experimenta; por ejemplo, los pensamientos y los sentimientos, están dotados de
energía en polaridad positiva y negativa, por lo cual tan pronto se le dé
cabida, en la mente y en la conciencia, activan, en forma instantánea, a la ley
de atracción, atrayendo a la propia existencia, circunstancias análogas a lo
pensado o a lo sentido, surgiendo las respectivas coincidencias mediante la
imantación de nuevas realidades de acuerdo con los mismos.
Cuando existe un estado de
insatisfacción interior, lo que se precisa hacer, en forma inmediata, es
transmutar los propios pensamientos y sentimientos en sus polaridades opuestas
positivas y canalizarlos hacia el exterior mediante la enunciación de objetivos
claramente definidos, por escrito, condición esta última indispensable para
darle carácter de permanencia en el espacio y en el tiempo, y asegurar,
simultáneamente, su realización. Tan pronto como los pensamientos y los
sentimientos se transformen en palabras y en acción, que afecten a otras
personas, positivamente o en forma contraria, se activa, instantáneamente, a la
ley del karma, cosechando lo mismo que, originalmente, se ha sembrado en la
mente y se ha ejecutado en la vida.
La importancia de las rectas
palabras es de múltiples efectos: con ellas se puede construir o destruir;
elogiar o denigrar; estimular o inhibir; armonizar o lo contrario; lograr
objetivos positivos o dejar de hacerlo; triunfar o no; alcanzar los resultados
anhelados o no obtener respuesta alguna, entre una extensa gama de variantes.
La palabra puede expresarse
en forma: hablada y escrita, o, mediante el silencio, una sonrisa, un gesto, un
símbolo, un acto o cualquier otro medio que la canalice.
La palabra puede ser oportuna
o a destiempo, efectiva o inefectiva, amable o lo contrario, agradable o
desagradable, positiva o negativa, denotando: cortesía o descortesía,
sinceridad o hipocresía, fervor o frialdad, interés o desinterés, deseos de
ayudar o perjudicar, amor u odio, justicia o injustica, fortaleza o debilidad y
así, expresar cualquier contenido análogo a los valores universales en ambas
polaridades, canalizados, inicialmente, como sentimientos, y acto seguido, en
forma de silencio o mediante palabras.
En cualesquiera de sus medios
de expresión, la recta palabra siempre debe reflejar la claridad de ideas y
conceptos que aporten o faciliten la lucidez de quienes se desea obtener una
respuesta u objetivo de determinada índole, y por supuesto, debe estar
acompañada del respectivo sentimiento de justicia, amor, amistad, u otro valor,
para potenciarla, y corresponder siempre a la verdad, conocida o por conocer,
única manera de transmitir la certeza de su rectitud y elementos benéficos para
todas las partes involucradas.
Dado que el ser humano está
dotado de libre albedrío, es preciso respectar la decisión de la persona
involucrada, caso contrario se tendrá que asumir las consecuencias de los
efectos nocivos que, mediante un consentimiento viciado por la manipulación o
las acciones convincentes indebidas, se haya ocasionado a la otra parte, lo
cual siempre implica un costo, generalmente demasiado elevado para asumirlo.
Jamás debería ejercerse
presión alguna para que la otra parte dé su consentimiento a una propuesta
determinada. Es preciso actuar con desapego de los resultados en todos los
casos; si se han aportado los elementos de juicios correctos, éstos deben ser
suficientes para que la persona en particular, una vez analizados, tome la
respectiva decisión, después de lo cual, ella asumirá su propia responsabilidad
por los efectos de la misma y las consecuencias o recabará los beneficios,
inherentes. El costo de oportunidad que la persona pagaría dejando de tomar la
decisión pertinente en el enfoque propuesto y los beneficios respectivos que
devengaría, deben constituir los elementos de juicios válidos como única
presión para que la persona se decida favorablemente, bien sea aceptando llevar
a cabo determinados actos o, en los casos en que lo ameriten, dejar de hacerlo.
¿De qué serviría lograr algo
cuando lo ha sido no por la espontánea voluntad de la persona sino por la
presión ejercida? Dicho resultado dejaría de tener valor alguno para alguien
inteligente que espera recibir, en todos los casos, valor por valor. Hay cosas
que no tiene sentido alguno obtenerlas mediante el ejercicio de la fuerza o de
la manipulación, por ejemplo: el amor, la amistad, la justicia, el aprecio, una
negociación, la confianza de los clientes, y cualesquiera otros aspectos, para
lo cual es necesario que la persona desarrolle en elevado grado el valor de la
autenticidad, es decir, ser y no aparentar. William Blake, dijo, en cierta
oportunidad: -“Nadie vuela demasiado alto si lo hace con sus propias alas”. Se
podría agregar, también, que nadie caerá de esa posición, por la solidez de la
misma.
En la hoja de vida espiritual
de cada ser, se registran los pensamientos, los sentimientos, las palabras y
los actos, activando, respectivamente, a la ley de atracción y a la del karma,
así como a todas las leyes inherentes: afinidad, justicia, igualdad y
compensación, entre otras.
Es preciso, en toda palabra
emitida, regirse por la justicia, como elemento esencial para que resulte recta
en sus propósitos y resultados; lógicamente, para lograrlo, se hace necesario
poseer una recta opinión de las cosas, que implique la visión exacta de la
realidad, sin la cual, es imposible lograrlos en ningún acto realizado o
palabra emitida. Para alcanzar esa visión correcta de la verdad universal, se
requiere estudiar a fondo las leyes y valores universales y poseer una
perspectiva de conjunto que permita sopesar el pro y el contra de cada
situación sometida a la propia consideración. Es decir, en cada caso hay que
ver más allá de las apariencias y tener confianza en las aplicaciones
coercitivas y coactivas de la ley cósmica, la cual, mediante la ley de afinidad
y de las que les son inherentes, ubica y reubica a los seres y a las cosas en
el orden que le corresponde en el concierto universal, desde cuya posición
precisará, cada quien, compensar sus propias palabras o acciones o recibir las
que le correspondan, por lo cual, sin necesidad de ejercer presión alguna, la
misma ley cósmica va nivelando las cosas de acuerdo a la ley de compensación y
por las indicaciones del fiel de la balanza de la justicia divina, frente a la
cual todos los seres son iguales ante la ley y dentro de ella.
Al ser acreedor frente a las
acciones ajenas, es preciso controlar las propias palabras, por las cuales,
cada quien, por los efectos de las mismas, podría pasar, en un momento dado, de
esa posición privilegiada, a la contraria de deudor. A tales efectos, es
preciso no emitir opinión alguna que afecte el saldo favorable en las
compensaciones de las cuales se es acreedor; en cambio de ello, se tiene el
derecho de ejercer las acciones legales pertinentes para obtener la
compensación correspondiente, y cuando, pese a las apariencias contrarias o
evidentes de que mediante la justicia humana o el libre albedrío de las
personas involucradas, no es posible lograr el efecto buscado, es mejor quedarse
tranquilo y esperar la actuación coercitiva y coactiva de la ley cósmica,
quien, oportunamente, efectuará la compensación pertinente, sin lugar a dudas.
En toda palabra emitida, es
preciso tener presente el objetivo buscado y el resultado que se debe alcanzar,
en el mejor y en el peor de los casos. Hay que hacerse cargo probable del
efecto de la misma y de estimar que no obtendrá lo que busca, es mejor guardar
silencio. El silencio, muchas veces, suele ser más efectivo que todas las
palabras que se puedan emitir y denota la actitud de confianza en la persona
que permanece callada, así como el reflejo de su madurez espiritual o personal,
el autodominio, el control de la situación y la capacidad de seguir adelante
con la mirada puesta en el fin último positivo que se busca alcanzar. Cada
quien debe plantearse que, si expresa lo pensado, ¿el probable resultado que
obtendrá, en el mejor de los casos, satisfará sus expectativas? Y, en el menos
favorable de ellos, ¿podrá controlar la situación? De ser así, puede emitir,
con confianza, la palabra recta que corresponda a esa situación u otra
inherente. Si lo expresado no resultará mejor que el silencio, es mejor optar
por esta opción y descubrir, de esta manera, el tremendo poder de quedarse
callado, para que, además de evitar el efecto antagónico a los propios
objetivos, asegurar que los propósitos que le animen sean alcanzados
oportunamente y de la mejor forma, con dignidad.
Lo anterior implica hablar
por objetivos y resultados, de acuerdo al valor de la justicia y/o a
cualesquiera otros valores inherentes en cada caso sometido a la propia
consideración.
Es decir, la recta palabra
debe estar sujeta a la recta opinión, a los rectos e inquebrantables
propósitos, debiendo estimular: la acción correcta, los adecuados medios de
sustentamiento de vida, el esfuerzo suficiente, a la precisa atención y a la
debida concentración.
Si lo expresado corresponde a
la recta palabra, verbal o escrita, los resultados lejos de crear karma
negativo, siempre serán positivos, en el mejor y en el peor de los casos.
La expresión del
agradecimiento, en cada palabra emitida, debe siempre reflejar el propio
reconocimiento a las partes contrarias, así como el elogio por las actitudes y
acciones correctas de los demás. Al reconocer el mérito ajeno y manifestar la
propia gratitud por los beneficios obtenidos, o por los que se espera obtener,
siempre se granjea la buena voluntad ajena, sobre todo si se actúa en armonía
con la justicia y otros valores interrelacionados.
La recta palabra es un
instrumento efectivo para lograr cualquier resultado favorable en todas las
acciones humanas y denota el desarrollo personal, profesional o espiritual de
la persona en particular, así como su madurez emocional, estado de conciencia y
visión de la realidad.
En el ejercicio de la propia
profesión o actividad de trabajo, en la vida familiar y en la social, la
palabra resulta un instrumento de incomparable valor para interrelacionarse
adecuadamente con las personas, en todos los niveles.
La palabra escrita, es el
medio para lograr resultados que muchas veces parecerían superar toda
expectativa. Un abogado que domine este recurso sometido a la aplicación de
todos los valores inherentes, que ilustre a las personas involucradas en los
pormenores del caso que les ocupe, haciéndoles ver el pro y el contra de las
situaciones, las ventajas y desventajas de ciertas decisiones, sin esfuerzo
alguno y sin presión indebida, conducirá a que cada persona adopte la mejor
decisión a sus intereses, evitando pagar costos de oportunidad indebidos, y
alcanzar el resultado positivo para los propios intereses, los de sus clientes
y los de todas las partes involucradas.
Generalmente, y salvo raras
excepciones, jamás es necesario expresarse duramente para alcanzar un objetivo
determinado mediante las propias palabras verbales o escritas. Al contrario, la
amabilidad, la cortesía, el respeto, el amor, la bondad, la justicia, la
verdad, la humildad, la simpatía, el elogio sincero, la sonrisa, la calma
imperturbable, la paciencia, la serenidad, la confianza y la expectativa
positiva, la tenacidad, la impasibilidad, entre otros, son valores coadyuvantes
al logro positivo en cada palabra emitida, en todas las situaciones. Y cuando
pareciera que no hay nada que hacer, es preciso dejar las cosas tranquilas para
que las aguas vuelvan a su propio cauce, enfriando el ánimo acalorado de las
partes, después de lo cual, el efecto coercitivo y la acción coactiva de la ley
cósmica, actuando en la conciencia de cada quien, inspira la percepción
pertinente para que las cosas se resuelvan de la mejor manera posible y por el
canal más conveniente a los intereses de todas las partes involucradas.
Oportunamente, aflorará, en la mente, -y en la conciencia-, la percepción
intuitiva o la inspiración, que señalará el mejor camino a seguir.
Simultáneamente, se suele experimentar la fuerza de empuje o la de bloqueo,
según sea el caso. En gran número de ocasiones, mientras dicha idea clara deje
de aflorar en la mente, resulta más conveniente no iniciar acción alguna, lo
cual requiere autodominio, elevada dosis de paciencia, convencimiento adecuado
a la realidad de la justicia que le asiste y sobre todo inquebrantable
expectativa positiva. Ya lo dijo Don Quijote: -“Tiempos hay de acometer y
tiempos de retirar”-.
En todos los casos, la
actitud correcta debe ser: -“Lo que el Creador Universal quiera –por la ley
cósmica-; nada se le asemeja”-, con lo cual se deja fluir a los acontecimientos
para que encuentren su propio y efectivo canal de expresión, en armonía con los
valores universales.
Si a pesar de haber emitido
la palabra correcta y desplegado la acción recta respectiva, existe demora en
lograr los resultados, es preciso conservar la calma imperturbable y la
impasibilidad, dándole tiempo a que el resultado positivo se geste en el tiempo
oportuno. José Antonio Páez, Prócer y Estadista venezolano, del siglo XIX,
decía: -“No siempre la victoria está pronta y a veces es preciso darle tiempo a
que llegue”.
Empero, tan pronto se haya
emitido la palabra recta pertinente, se requiere confiar en los resultados
positivos, pese a todas las apariencias en contra. En el momento menos fácil,
es cuando las situaciones suelen transmutarse en su aspecto favorable, para
todas las partes involucradas.
Siempre, la propia palabra
debe ser portadora de paz y armonía para todos, pero esencialmente para la
propia conciencia, con lo cual, además de alejar de sí todo efecto de
insatisfacción, será causa creadora de la propia felicidad y autorrealización.
La recta palabra sirve para:
1. En primer lugar: escuchar
con empatía, poniéndose en el lugar de la otra persona, para comprender su
punto de vista. Si no se comprende cuál es la necesidad de nuestro interlocutor,
-¿cómo podemos pronunciar la recta palabra, ofreciéndole el bien o servicio que
precisa? Los mejores conversadores son los grandes oidores. Jamás interrumpen a
quien le habla hasta compenetrarse bien de lo que quiere decirle, excepto para
efectuar breves preguntas que le aclaren alguna duda y que alienten a continuar
a la otra persona. Recordemos el aforismo de Cervantes: –“Y escuchémosle: que
por el hilo sacaremos el ovillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la
abundancia del corazón habla la lengua”-.
2. En segundo lugar, observar
con atención al interlocutor, por cuanto cualquier cosa que diga o haga, algún
movimiento imperceptible, su actitud decidida o precavida, etcétera,
constituyen señales que contienen un lenguaje secreto que la persona con
experiencia sabe descifrar correctamente, sacando conclusiones valiosas que le
habrán de guiar al pronunciar la recta y armoniosa palabra. Recordemos, a Don
Quijote, cuando dice:–“Mira sus acciones y movimientos; porque si tú me los
relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que de ella tiene escondido en lo
secreto de su corazón acerca de lo que al hecho de mis amores toca; que has de
saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y
movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son
certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma
pasa”-.
3. Comunicar, o informar,
cualesquiera contenidos mentales sin límites algunos, sobre la base de la
verdad, por lo cual, antes de hacerlo, es preciso conocer los hechos sobre los
que se va a emitir la recta palabra.
4. Conciliar los intereses
opuestos entre diferentes personas, o los propios con los ajenos. En estos
casos, la fórmula salomónica, que divide por mitad la diferencia, asumiendo
cada quien una parte proporcional, prácticamente, en todos los casos, salvo
excepciones, suele ayudar a solucionarlos favorablemente.
5. Ordenar: impartiendo las
indicaciones pertinentes a quien corresponda, dejando claros los objetivos y
los resultados que deben ser alcanzados.
6. Solicitar: el pago de una
acreencia; una determinada prestación; la compra de un producto o servicio; un
favor o colaboración, etc. Paradójicamente, gran número de personas dejan de
hacerlo o desconocen la mejor forma de realizarlo, aun incurren en esta
situación líderes comerciales que precisan un mayor dominio de las técnicas
profesionales de cierre de ventas o del arte de la negociación efectiva.
7. Exhortar: al bien, a la
justicia, a la auto-superación, al desarrollo personal o profesional, a la
espiritualidad y a la realización de una obra de bien.
8. Recomendar: representan
las recomendaciones que hace una madre o un padre a sus hijos, un amigo a otro,
un jefe a su colaborador, buscando los mejores resultados o la superación exitosa
de un riesgo.
9. Sugerir: la sugerencia es
una poderosa herramienta en el logro de los propósitos tanto por medio de la
palabra hablada como de la escrita. Suele ser una modalidad que se acepta sin
resistencia, ya que a nadie, le gusta recibir órdenes ni consejos, salvo los
casos en que el subalterno debe obedecerlas. En todos los casos, expresar el
propio parecer de la siguiente manera: -Mi sugerencia sería la de hacer tal
cosa, con lo cual se obtendría tal beneficio. Acto seguido, dejar a la persona en
particular que tome su propia decisión, libremente.
10. Aconsejar: sobre todo
cuando alguien solicita el consejo, o a las personas que se encuentran bajo la
propia tutela o que compartan intereses comunes.
11. Asesorar: a nivel
profesional, el asesor aporta las informaciones pertinentes a cada caso;
empero, la decisión siempre corresponderá a la persona asesorada.
12. Enseñar: múltiples
vertientes se presentan en esta faceta; empero, el educador, siempre debe
hacerlo buscando la emancipación mental o espiritual del educando y su
desarrollo integral, por medio de la verdad.
13. Guiar: mediante la recta
palabra a los discípulos, seguidores, colaboradores, miembros de un grupo de
trabajo o familiar, etcétera.
14. Convencer mediante la
persuasión, basando ésta en los argumentos favorables, sopesando el pro y los
contras, y dejando a la persona en libertad de tomar sus propias decisiones.
15. Elogiar: el elogio
sincero es fuente de estímulo poderoso y una siembra positiva en las
interrelaciones humanas. Es preciso recordar que una gota de miel caza más
moscas que un barril de hiel. Por lo cual, es preciso acostumbrarse más a
elogiar las cualidades buenas que las personas poseen que criticar sus
defectos, salvo las debidas sugerencias en los casos que las ameriten.
Cervantes, dijo: –“Siempre la alabanza fue premio de la virtud, y los virtuosos
no pueden dejar de ser alabados”-.
16. La recta palabra debe
ser: clara y expresada con suavidad o enérgicamente, según el caso, reflejando,
siempre, confianza y la propia certeza de que serán alcanzados los resultados
esperados.
17. Mediante la recta palabra
se da la razón a quien la tiene, aun cuando ello sea en contra de los propios
intereses. De esta manera se granjea la reputación de ser una persona justa y
de ello se derivan grandes beneficios que de ninguna otra manera sería posible
alcanzar.
18. Con rectas y armoniosas
palabras se pide disculpas o perdón por las faltas en que se haya incurrido.
19. Gratitud: la recta
palabra debe reflejar el agradecimiento constante a la vida, y al Creador
Universal, en primer lugar, y a todas las personas que de una u otra manera han
contribuido, -y siguen haciéndolo- a nuestro bienestar. Esto ayuda a mantener
el buen humor y la atención en lo que se tiene, se es o representa, en vez de
quejarse de lo que se carece. La mente agradecida atrae mucho más de aquello
que se posee y sintoniza la propia conciencia con la abundancia universal.
20. La recta palabra mantiene
la credibilidad de quien la pronuncia y representa la mayor posesión que tiene
toda persona.
21. La recta palabra implica,
también, dejar de prometer algo que no se desea cumplir.
22. Recordar que, hay que
decir no, cuando se desea no aceptar un compromiso ajeno a los propios
intereses y dar el consentimiento, cuando el propio deber así lo indica.
23. Por último, frente a
cualquier palabra inadecuada o actos incorrectos de otras personas, es preciso
recordar a Don Quijote, cuando sugiere: -“No tomar represalias de nadie y vivir
pacíficamente”-.
Adelante.
Madrid, 15 de enero de 2010.