sábado, 27 de abril de 2013

RECTAS Y ARMONIOSAS PALABRAS: -"Rectas palabras, constituyen la tercera vertiente del Noble Sendero Óctuple concebido por Sakyamuni, Sidharta Gautama, para transmutar el estado de insatisfacción interior en su polaridad positiva, canalizando, adecuadamente, la energía creadora del ser". Giuseppe Isgró Cattafi




RECTAS Y ARMONIOSAS PALABRAS

©Giuseppe Isgró C.


–“..Juzgando por las palabras la intención de quien las decía”-.
“Uno de los mayores trabajos que los “jefes” tienen, entre otros muchos, es el de estar obligados a escuchar a todos y a responder a todos”-.
Miguel de Cervantes y Saavedra


Rectas palabras, constituyen la tercera vertiente del Noble Sendero Óctuple concebido por Sakyamuni, Sidharta Gautama, para transmutar el estado de insatisfacción interior en su polaridad positiva, canalizando, adecuadamente, la energía creadora del ser.
Ya en las Leyes de Manú, se establece que la palabra es creadora de karma, en ambas polaridades. La persona, por medio de la palabra correcta puede alcanzar cualquier objetivo válido, o, por lo contrario, ocasionar perjuicios de los cuales será responsable y por los que, oportunamente, tendrá que responder.
Existen cuatros elementos que constituyen aspectos esenciales en la creación de circunstancias favorables o no, en la vida de cualquier persona; ellos son: 1) Los pensamientos; 2) los sentimientos; 3) las palabras; y, 4) las acciones. Los dos primeros, comportan fases unipersonales, que, inicialmente, sólo afectan a quien que los experimenta; por ejemplo, los pensamientos y los sentimientos, están dotados de energía en polaridad positiva y negativa, por lo cual tan pronto se le dé cabida, en la mente y en la conciencia, activan, en forma instantánea, a la ley de atracción, atrayendo a la propia existencia, circunstancias análogas a lo pensado o a lo sentido, surgiendo las respectivas coincidencias mediante la imantación de nuevas realidades de acuerdo con los mismos.
Cuando existe un estado de insatisfacción interior, lo que se precisa hacer, en forma inmediata, es transmutar los propios pensamientos y sentimientos en sus polaridades opuestas positivas y canalizarlos hacia el exterior mediante la enunciación de objetivos claramente definidos, por escrito, condición esta última indispensable para darle carácter de permanencia en el espacio y en el tiempo, y asegurar, simultáneamente, su realización. Tan pronto como los pensamientos y los sentimientos se transformen en palabras y en acción, que afecten a otras personas, positivamente o en forma contraria, se activa, instantáneamente, a la ley del karma, cosechando lo mismo que, originalmente, se ha sembrado en la mente y se ha ejecutado en la vida.
La importancia de las rectas palabras es de múltiples efectos: con ellas se puede construir o destruir; elogiar o denigrar; estimular o inhibir; armonizar o lo contrario; lograr objetivos positivos o dejar de hacerlo; triunfar o no; alcanzar los resultados anhelados o no obtener respuesta alguna, entre una extensa gama de variantes.
La palabra puede expresarse en forma: hablada y escrita, o, mediante el silencio, una sonrisa, un gesto, un símbolo, un acto o cualquier otro medio que la canalice.
La palabra puede ser oportuna o a destiempo, efectiva o inefectiva, amable o lo contrario, agradable o desagradable, positiva o negativa, denotando: cortesía o descortesía, sinceridad o hipocresía, fervor o frialdad, interés o desinterés, deseos de ayudar o perjudicar, amor u odio, justicia o injustica, fortaleza o debilidad y así, expresar cualquier contenido análogo a los valores universales en ambas polaridades, canalizados, inicialmente, como sentimientos, y acto seguido, en forma de silencio o mediante palabras.
En cualesquiera de sus medios de expresión, la recta palabra siempre debe reflejar la claridad de ideas y conceptos que aporten o faciliten la lucidez de quienes se desea obtener una respuesta u objetivo de determinada índole, y por supuesto, debe estar acompañada del respectivo sentimiento de justicia, amor, amistad, u otro valor, para potenciarla, y corresponder siempre a la verdad, conocida o por conocer, única manera de transmitir la certeza de su rectitud y elementos benéficos para todas las partes involucradas.
Dado que el ser humano está dotado de libre albedrío, es preciso respectar la decisión de la persona involucrada, caso contrario se tendrá que asumir las consecuencias de los efectos nocivos que, mediante un consentimiento viciado por la manipulación o las acciones convincentes indebidas, se haya ocasionado a la otra parte, lo cual siempre implica un costo, generalmente demasiado elevado para asumirlo.
Jamás debería ejercerse presión alguna para que la otra parte dé su consentimiento a una propuesta determinada. Es preciso actuar con desapego de los resultados en todos los casos; si se han aportado los elementos de juicios correctos, éstos deben ser suficientes para que la persona en particular, una vez analizados, tome la respectiva decisión, después de lo cual, ella asumirá su propia responsabilidad por los efectos de la misma y las consecuencias o recabará los beneficios, inherentes. El costo de oportunidad que la persona pagaría dejando de tomar la decisión pertinente en el enfoque propuesto y los beneficios respectivos que devengaría, deben constituir los elementos de juicios válidos como única presión para que la persona se decida favorablemente, bien sea aceptando llevar a cabo determinados actos o, en los casos en que lo ameriten, dejar de hacerlo.
¿De qué serviría lograr algo cuando lo ha sido no por la espontánea voluntad de la persona sino por la presión ejercida? Dicho resultado dejaría de tener valor alguno para alguien inteligente que espera recibir, en todos los casos, valor por valor. Hay cosas que no tiene sentido alguno obtenerlas mediante el ejercicio de la fuerza o de la manipulación, por ejemplo: el amor, la amistad, la justicia, el aprecio, una negociación, la confianza de los clientes, y cualesquiera otros aspectos, para lo cual es necesario que la persona desarrolle en elevado grado el valor de la autenticidad, es decir, ser y no aparentar. William Blake, dijo, en cierta oportunidad: -“Nadie vuela demasiado alto si lo hace con sus propias alas”. Se podría agregar, también, que nadie caerá de esa posición, por la solidez de la misma.
En la hoja de vida espiritual de cada ser, se registran los pensamientos, los sentimientos, las palabras y los actos, activando, respectivamente, a la ley de atracción y a la del karma, así como a todas las leyes inherentes: afinidad, justicia, igualdad y compensación, entre otras.
Es preciso, en toda palabra emitida, regirse por la justicia, como elemento esencial para que resulte recta en sus propósitos y resultados; lógicamente, para lograrlo, se hace necesario poseer una recta opinión de las cosas, que implique la visión exacta de la realidad, sin la cual, es imposible lograrlos en ningún acto realizado o palabra emitida. Para alcanzar esa visión correcta de la verdad universal, se requiere estudiar a fondo las leyes y valores universales y poseer una perspectiva de conjunto que permita sopesar el pro y el contra de cada situación sometida a la propia consideración. Es decir, en cada caso hay que ver más allá de las apariencias y tener confianza en las aplicaciones coercitivas y coactivas de la ley cósmica, la cual, mediante la ley de afinidad y de las que les son inherentes, ubica y reubica a los seres y a las cosas en el orden que le corresponde en el concierto universal, desde cuya posición precisará, cada quien, compensar sus propias palabras o acciones o recibir las que le correspondan, por lo cual, sin necesidad de ejercer presión alguna, la misma ley cósmica va nivelando las cosas de acuerdo a la ley de compensación y por las indicaciones del fiel de la balanza de la justicia divina, frente a la cual todos los seres son iguales ante la ley y dentro de ella.
Al ser acreedor frente a las acciones ajenas, es preciso controlar las propias palabras, por las cuales, cada quien, por los efectos de las mismas, podría pasar, en un momento dado, de esa posición privilegiada, a la contraria de deudor. A tales efectos, es preciso no emitir opinión alguna que afecte el saldo favorable en las compensaciones de las cuales se es acreedor; en cambio de ello, se tiene el derecho de ejercer las acciones legales pertinentes para obtener la compensación correspondiente, y cuando, pese a las apariencias contrarias o evidentes de que mediante la justicia humana o el libre albedrío de las personas involucradas, no es posible lograr el efecto buscado, es mejor quedarse tranquilo y esperar la actuación coercitiva y coactiva de la ley cósmica, quien, oportunamente, efectuará la compensación pertinente, sin lugar a dudas.
En toda palabra emitida, es preciso tener presente el objetivo buscado y el resultado que se debe alcanzar, en el mejor y en el peor de los casos. Hay que hacerse cargo probable del efecto de la misma y de estimar que no obtendrá lo que busca, es mejor guardar silencio. El silencio, muchas veces, suele ser más efectivo que todas las palabras que se puedan emitir y denota la actitud de confianza en la persona que permanece callada, así como el reflejo de su madurez espiritual o personal, el autodominio, el control de la situación y la capacidad de seguir adelante con la mirada puesta en el fin último positivo que se busca alcanzar. Cada quien debe plantearse que, si expresa lo pensado, ¿el probable resultado que obtendrá, en el mejor de los casos, satisfará sus expectativas? Y, en el menos favorable de ellos, ¿podrá controlar la situación? De ser así, puede emitir, con confianza, la palabra recta que corresponda a esa situación u otra inherente. Si lo expresado no resultará mejor que el silencio, es mejor optar por esta opción y descubrir, de esta manera, el tremendo poder de quedarse callado, para que, además de evitar el efecto antagónico a los propios objetivos, asegurar que los propósitos que le animen sean alcanzados oportunamente y de la mejor forma, con dignidad.
Lo anterior implica hablar por objetivos y resultados, de acuerdo al valor de la justicia y/o a cualesquiera otros valores inherentes en cada caso sometido a la propia consideración.
Es decir, la recta palabra debe estar sujeta a la recta opinión, a los rectos e inquebrantables propósitos, debiendo estimular: la acción correcta, los adecuados medios de sustentamiento de vida, el esfuerzo suficiente, a la precisa atención y a la debida concentración.
Si lo expresado corresponde a la recta palabra, verbal o escrita, los resultados lejos de crear karma negativo, siempre serán positivos, en el mejor y en el peor de los casos.
La expresión del agradecimiento, en cada palabra emitida, debe siempre reflejar el propio reconocimiento a las partes contrarias, así como el elogio por las actitudes y acciones correctas de los demás. Al reconocer el mérito ajeno y manifestar la propia gratitud por los beneficios obtenidos, o por los que se espera obtener, siempre se granjea la buena voluntad ajena, sobre todo si se actúa en armonía con la justicia y otros valores interrelacionados.
La recta palabra es un instrumento efectivo para lograr cualquier resultado favorable en todas las acciones humanas y denota el desarrollo personal, profesional o espiritual de la persona en particular, así como su madurez emocional, estado de conciencia y visión de la realidad.
En el ejercicio de la propia profesión o actividad de trabajo, en la vida familiar y en la social, la palabra resulta un instrumento de incomparable valor para interrelacionarse adecuadamente con las personas, en todos los niveles.
La palabra escrita, es el medio para lograr resultados que muchas veces parecerían superar toda expectativa. Un abogado que domine este recurso sometido a la aplicación de todos los valores inherentes, que ilustre a las personas involucradas en los pormenores del caso que les ocupe, haciéndoles ver el pro y el contra de las situaciones, las ventajas y desventajas de ciertas decisiones, sin esfuerzo alguno y sin presión indebida, conducirá a que cada persona adopte la mejor decisión a sus intereses, evitando pagar costos de oportunidad indebidos, y alcanzar el resultado positivo para los propios intereses, los de sus clientes y los de todas las partes involucradas.
Generalmente, y salvo raras excepciones, jamás es necesario expresarse duramente para alcanzar un objetivo determinado mediante las propias palabras verbales o escritas. Al contrario, la amabilidad, la cortesía, el respeto, el amor, la bondad, la justicia, la verdad, la humildad, la simpatía, el elogio sincero, la sonrisa, la calma imperturbable, la paciencia, la serenidad, la confianza y la expectativa positiva, la tenacidad, la impasibilidad, entre otros, son valores coadyuvantes al logro positivo en cada palabra emitida, en todas las situaciones. Y cuando pareciera que no hay nada que hacer, es preciso dejar las cosas tranquilas para que las aguas vuelvan a su propio cauce, enfriando el ánimo acalorado de las partes, después de lo cual, el efecto coercitivo y la acción coactiva de la ley cósmica, actuando en la conciencia de cada quien, inspira la percepción pertinente para que las cosas se resuelvan de la mejor manera posible y por el canal más conveniente a los intereses de todas las partes involucradas. Oportunamente, aflorará, en la mente, -y en la conciencia-, la percepción intuitiva o la inspiración, que señalará el mejor camino a seguir. Simultáneamente, se suele experimentar la fuerza de empuje o la de bloqueo, según sea el caso. En gran número de ocasiones, mientras dicha idea clara deje de aflorar en la mente, resulta más conveniente no iniciar acción alguna, lo cual requiere autodominio, elevada dosis de paciencia, convencimiento adecuado a la realidad de la justicia que le asiste y sobre todo inquebrantable expectativa positiva. Ya lo dijo Don Quijote: -“Tiempos hay de acometer y tiempos de retirar”-.
En todos los casos, la actitud correcta debe ser: -“Lo que el Creador Universal quiera –por la ley cósmica-; nada se le asemeja”-, con lo cual se deja fluir a los acontecimientos para que encuentren su propio y efectivo canal de expresión, en armonía con los valores universales.
Si a pesar de haber emitido la palabra correcta y desplegado la acción recta respectiva, existe demora en lograr los resultados, es preciso conservar la calma imperturbable y la impasibilidad, dándole tiempo a que el resultado positivo se geste en el tiempo oportuno. José Antonio Páez, Prócer y Estadista venezolano, del siglo XIX, decía: -“No siempre la victoria está pronta y a veces es preciso darle tiempo a que llegue”.
Empero, tan pronto se haya emitido la palabra recta pertinente, se requiere confiar en los resultados positivos, pese a todas las apariencias en contra. En el momento menos fácil, es cuando las situaciones suelen transmutarse en su aspecto favorable, para todas las partes involucradas.
Siempre, la propia palabra debe ser portadora de paz y armonía para todos, pero esencialmente para la propia conciencia, con lo cual, además de alejar de sí todo efecto de insatisfacción, será causa creadora de la propia felicidad y autorrealización.
La recta palabra sirve para:

1. En primer lugar: escuchar con empatía, poniéndose en el lugar de la otra persona, para comprender su punto de vista. Si no se comprende cuál es la necesidad de nuestro interlocutor, -¿cómo podemos pronunciar la recta palabra, ofreciéndole el bien o servicio que precisa? Los mejores conversadores son los grandes oidores. Jamás interrumpen a quien le habla hasta compenetrarse bien de lo que quiere decirle, excepto para efectuar breves preguntas que le aclaren alguna duda y que alienten a continuar a la otra persona. Recordemos el aforismo de Cervantes: –“Y escuchémosle: que por el hilo sacaremos el ovillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del corazón habla la lengua”-.
2. En segundo lugar, observar con atención al interlocutor, por cuanto cualquier cosa que diga o haga, algún movimiento imperceptible, su actitud decidida o precavida, etcétera, constituyen señales que contienen un lenguaje secreto que la persona con experiencia sabe descifrar correctamente, sacando conclusiones valiosas que le habrán de guiar al pronunciar la recta y armoniosa palabra. Recordemos, a Don Quijote, cuando dice:–“Mira sus acciones y movimientos; porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que de ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al hecho de mis amores toca; que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa”-.
3. Comunicar, o informar, cualesquiera contenidos mentales sin límites algunos, sobre la base de la verdad, por lo cual, antes de hacerlo, es preciso conocer los hechos sobre los que se va a emitir la recta palabra.
4. Conciliar los intereses opuestos entre diferentes personas, o los propios con los ajenos. En estos casos, la fórmula salomónica, que divide por mitad la diferencia, asumiendo cada quien una parte proporcional, prácticamente, en todos los casos, salvo excepciones, suele ayudar a solucionarlos favorablemente.
5. Ordenar: impartiendo las indicaciones pertinentes a quien corresponda, dejando claros los objetivos y los resultados que deben ser alcanzados.
6. Solicitar: el pago de una acreencia; una determinada prestación; la compra de un producto o servicio; un favor o colaboración, etc. Paradójicamente, gran número de personas dejan de hacerlo o desconocen la mejor forma de realizarlo, aun incurren en esta situación líderes comerciales que precisan un mayor dominio de las técnicas profesionales de cierre de ventas o del arte de la negociación efectiva.
7. Exhortar: al bien, a la justicia, a la auto-superación, al desarrollo personal o profesional, a la espiritualidad y a la realización de una obra de bien.
8. Recomendar: representan las recomendaciones que hace una madre o un padre a sus hijos, un amigo a otro, un jefe a su colaborador, buscando los mejores resultados o la superación exitosa de un riesgo.
9. Sugerir: la sugerencia es una poderosa herramienta en el logro de los propósitos tanto por medio de la palabra hablada como de la escrita. Suele ser una modalidad que se acepta sin resistencia, ya que a nadie, le gusta recibir órdenes ni consejos, salvo los casos en que el subalterno debe obedecerlas. En todos los casos, expresar el propio parecer de la siguiente manera: -Mi sugerencia sería la de hacer tal cosa, con lo cual se obtendría tal beneficio. Acto seguido, dejar a la persona en particular que tome su propia decisión, libremente.
10. Aconsejar: sobre todo cuando alguien solicita el consejo, o a las personas que se encuentran bajo la propia tutela o que compartan intereses comunes.
11. Asesorar: a nivel profesional, el asesor aporta las informaciones pertinentes a cada caso; empero, la decisión siempre corresponderá a la persona asesorada.
12. Enseñar: múltiples vertientes se presentan en esta faceta; empero, el educador, siempre debe hacerlo buscando la emancipación mental o espiritual del educando y su desarrollo integral, por medio de la verdad.
13. Guiar: mediante la recta palabra a los discípulos, seguidores, colaboradores, miembros de un grupo de trabajo o familiar, etcétera.
14. Convencer mediante la persuasión, basando ésta en los argumentos favorables, sopesando el pro y los contras, y dejando a la persona en libertad de tomar sus propias decisiones.
15. Elogiar: el elogio sincero es fuente de estímulo poderoso y una siembra positiva en las interrelaciones humanas. Es preciso recordar que una gota de miel caza más moscas que un barril de hiel. Por lo cual, es preciso acostumbrarse más a elogiar las cualidades buenas que las personas poseen que criticar sus defectos, salvo las debidas sugerencias en los casos que las ameriten. Cervantes, dijo: –“Siempre la alabanza fue premio de la virtud, y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados”-.
16. La recta palabra debe ser: clara y expresada con suavidad o enérgicamente, según el caso, reflejando, siempre, confianza y la propia certeza de que serán alcanzados los resultados esperados.
17. Mediante la recta palabra se da la razón a quien la tiene, aun cuando ello sea en contra de los propios intereses. De esta manera se granjea la reputación de ser una persona justa y de ello se derivan grandes beneficios que de ninguna otra manera sería posible alcanzar.
18. Con rectas y armoniosas palabras se pide disculpas o perdón por las faltas en que se haya incurrido.
19. Gratitud: la recta palabra debe reflejar el agradecimiento constante a la vida, y al Creador Universal, en primer lugar, y a todas las personas que de una u otra manera han contribuido, -y siguen haciéndolo- a nuestro bienestar. Esto ayuda a mantener el buen humor y la atención en lo que se tiene, se es o representa, en vez de quejarse de lo que se carece. La mente agradecida atrae mucho más de aquello que se posee y sintoniza la propia conciencia con la abundancia universal.
20. La recta palabra mantiene la credibilidad de quien la pronuncia y representa la mayor posesión que tiene toda persona.
21. La recta palabra implica, también, dejar de prometer algo que no se desea cumplir.
22. Recordar que, hay que decir no, cuando se desea no aceptar un compromiso ajeno a los propios intereses y dar el consentimiento, cuando el propio deber así lo indica.
23. Por último, frente a cualquier palabra inadecuada o actos incorrectos de otras personas, es preciso recordar a Don Quijote, cuando sugiere: -“No tomar represalias de nadie y vivir pacíficamente”-.

Adelante.

Madrid, 15 de enero de 2010.

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